Mark Madness es un fotógrafo barcelonés que ha dedicado gran parte de su trabajo a documentar el graffiti en trenes, una práctica que combina velocidad, tensión y una fuerte carga expresiva. Su enfoque, profundamente ligado a la fotografía analógica, se caracteriza por una mirada honesta y precisa que busca capturar la intensidad del momento sin artificios.
Lejos de la espectacularización, Mark construye una narrativa visual que respeta el pulso real de esta cultura clandestina. En esta entrevista, comparte su visión, el recorrido detrás de sus imágenes y el proceso de creación de su nuevo libro Füü di Frei, un proyecto que reúne años de trabajo alrededor del graffiti de acción en Suiza.
Tu trabajo documenta una cultura que opera en la sombra: el graffiti en trenes y metros. En un medio que no deja amplio margen para el error o la repetición, ¿por qué eliges la fotografía analógica por encima de la digital?
La fotografía analógica tiene una estética única, una textura y un carácter que la digital no puede replicar completamente. Además, el proceso mismo de disparar en film se asemeja mucho a la naturaleza del graffiti: cada toma es definitiva, sin posibilidad de ver el resultado al instante, lo que añade una tensión y emoción que se alinean con la esencia del graffiti en acción. También obliga a ser más preciso y a pensar cada encuadre, algo crucial en situaciones donde el tiempo es limitado y la luz no siempre es ideal.
Siendo un fotógrafo autodidacta, ¿cómo desarrollaste tu estilo y enfoque para documentar estas acciones? ¿Qué influencias han marcado tu mirada?
El desarrollo de mi estilo ha sido un proceso de prueba y error en la calle, aprendiendo a leer la luz, la composición y los momentos de tensión dentro de la escena. La fotografía de reportaje y documental ha sido una gran influencia, desde los clásicos como Henri Cartier-Bresson o Martha Cooper hasta trabajos más crudos de fotoperiodistas en conflictos de guerra. También el cine, especialmente las películas con una estética oscura y cinemática, ha influido en mi manera de encuadrar y narrar visualmente.
En tus imágenes hay una mezcla de adrenalina, estética y transgresión. ¿Cómo encuentras el equilibrio entre lo documental y lo artístico en tu trabajo?
Para mí, lo documental y lo artístico no están separados. El graffiti en los trenes es en sí mismo una expresión visual que mezcla urgencia, riesgo y expresión. Mi trabajo busca capturar eso sin alterarlo, dejando que la escena hable por sí misma. La clave está en encontrar el momento preciso donde la acción, la luz y la composición convergen de manera natural. No busco romantizar la escena, pero tampoco convertirla en un simple registro frío; trato de transmitir la emoción del instante.
¿Cómo fue el proceso de selección de imágenes para tu nuevo libro, en cuanto a la elaboración de una narrativa más allá de simples imágenes? ¿Hubo alguna foto que te costó dejar fuera?
El proceso de selección fue natural porque al disparar en analógico pongo el corazón en cada foto. Sin margen de error, descarté algunas que no cumplían el nivel técnico, pero la mayoría salió como imaginé, haciendo que la elección fluyera orgánicamente.
¿Cuáles son los aprendizajes que te deja tu experiencia documentando el graffiti de acción alrededor del mundo? ¿Qué aconsejarías a fotógrafos jóvenes que quisieran seguir tus pasos?
El mayor aprendizaje ha sido la importancia de la paciencia, la discreción y el respeto por la escena. Fotografiar la escena del "trainwriting" no es solo captar imágenes llamativas, sino entender la cultura, su código y el riesgo que implica para quienes lo practican. Para quienes quieran seguir este camino, les diría que se tomen el tiempo para conocer bien el entorno antes de disparar una foto, que desarrollen su ojo con fotografía en la calle y que siempre prioricen la seguridad, tanto la suya como la de quienes documentan. Y sobre todo, que disfruten el proceso sin perder la autenticidad.